El barullo se oye en casa pasillo del penal. Gritos vulgares de gente que paga por algún crímen denota hostilidad contra mi persona.
Hoy me tocaba entrevistar a B. Un joven de 18 años que roba desde los 13 años y está condenado a 25 años por 35 robos con arma de fuego y dos homicidios.
Llegó a su celda y el está sentado en una silla con las manos esposadas y una actitud soberbia.
Periodista: Buenos días, B.
B: ¿Qué onda, perro? (Con tranquilidad)
Periodista: ya han 3 meses desde tu condena, ¿Cómo lo venís manejando?
B: Y corte que recién caigo, amigo. Alto garrón la verdad. Pero fui re logi.
P: ¿Sentís remordimiento?
B: ¿Qué es eso? No te entiendo.
P: Si te arrepentís.
B: ah, ni a palo, amigo. Yo hago la mía siempre.
P: pero mataste a dos personas, ¿eso no te jode?
B: ni ahí, perro. Se lo merecían seguro.
P:¿Por qué?
B: y... Uno porque no me quiso dar el celular, le rompí la cabeza (hace una rusa burlona) y el otro, porque me puso una cara fea, cuando le robe.
P: Bueno un homicidio nunca se justifica, me parece.
B: y que sé yo, gato. (Con sonrisa cínica)
P: ¿Qué les dirías a los familiares de tus víctimas, si los tuvieras acá ahora?
B: lástima a nadie (con sorna)
P: te condenaron a muchos años, pero no a perpetua. ¿Que planes tenés para cuando salgas?
B: primero ir a ver a mi guacho, ahora es un guachín de 1 año. Después voy a salir de gira, amigo. Y voy a seguír robando.
P: ¿No crees que tus objetivos puedan cambiar?
B: ni ahí. Además, el que nace chorro, muere chorro, compa.
Se acerca un efectivo del servicio penitenciario y me notifca que debo retirarme. Que ya no hay tiempo.
Me levanto me despido de B. Y este me dice que me cuide porque estoy re fichado.