domingo, 9 de junio de 2024

Elogio Sentimental Del Acordeon de Pio Baroja / Pequeño diálogo entre Nievecita y su tío

¿No habéis visto, algún domingo al caer de la tarde, en cualquier puertecillo abandonado del Cantábrico, sobre la cubierta de un negro quechemarín, o en la borda de un patache, tres o cuatro hombres de boina que escuchan inmóviles las notas que un grumete arranca de un viejo acordeón?
Yo no sé por qué, pero esas melodías sentimentales, repetidas hasta el infinito, al anochecer, en el mar, ante el horizonte sin límites, producen una tristeza solemne.
A veces, el viejo instrumento tiene paradas, sobrealiento de asmático; a veces, la media voz de un marinero le acompaña; a veces también, la ola que sube por las guardas de la escalera del muelle, y que se retira despues murmurando con estruendo, oculta las notas del acordeón y de la voz humana; pero luego aparecen nuevamente, y siguen llenando con sus giros vulgares y sus vueltas conocidas el silencio de la tarde del día de fiesta, apacible y triste. 
Y mientras el señorío del pueblo torna del paseo; mientras los mozos campesinos terminan el partido de pelota, y más animado está el baile en la plaza, y más llenas de gente las tabernas y las sidrerías; mientras en las callejuelas, negruzcas por la humedad, comienzan a brillar debajo de los alegres salientes las cansadas lámparas eléctricas, y pasan las viejas, envueltas en sus mantones, al rosario o a la novena, en el negro quechemarín, en el patache cargado de cemento, sigue el acordeón lanzando sus notas tristes, sus melodías lentas, conocidas y vulgares en el aire silencioso del anochecer. 
¡Oh la enorme tristeza de la voz cascada, de la voz mortecina que sale del pulmón de ese plebeyo, de ese poco romántico instrumento!
Es una voz que dice algo monótono, como la misma vida; algo que no es Gallardo, ni aristocrático, ni antiguo; algo que no es extraordinario ni grande, sino pequeño y vulgar, como los trabajos y los dolores cotidianos de la existencia. 
¡Oh la extraña poesía de las cosas vulgares! 
esa voz humilde que aburre, que cansa, que fastidia al principio, revela poco a poco los secretos que oculta entre sus notas, se clarea, se transparenta, y en ella se traslucen las miserias del vivir de los rudos marineros, de los infelices pescadores; las penalidades de los que luchan en el mar y en la tierra, con la vela y con la máquina; las amarguras de todos los hombres uniformados con el traje azul sufrido y pobre del trabajo. 
¡Os modestos acordeones! ¡simpáticos acordeones!
vosotros no contáis grandes mentiras poéticas, como la fastuosa guitarra; vosotros no inventáis leyendas pastoriles como la zampoña o la gaita; vosotros no llenáis de humo la cabeza de los hombres, como las estridentes cornetas o los bélicos tambores. Vosotros sois de vuestra época: humildes, sinceros, dulcemente plebeyos, quizá ridículamente plebeyos; pero vosotros decís de la vida lo que quizá la vida es en realidad: una melodía vulgar, monótona, ramplona, ante el horizonte ilimitado.

Nievecita Vita, la princesa del acordeón.

-¿Te gustó Nievecita?
- No tío Clarito, ¡no entendí un catso!
-Bueno no pasa nada, lo único que importa es: que vos sos Nievecita Vita la number one del acordeón. Te quiero mucho, Dobru noc.
-Buenas noches tio Clarito. ❤️

1 comentario:

  1. Tío Clarito: Eso que leíste es en un castellano fisura... Me lo traducís al checo, a ver si entiendo mejor? Pero lo de tocar el acordeón es re paráda... Dobrou noc, tío Clarito!!!

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